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COLEGIO PROFESIONAL DE PERIODISTAS DE ANDALUCÍA

3.1.22

  • 3.1.22
La Rinconada Digital se hace eco en su Buzón del Lector de un relato remitido por Antonio Durán. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a la Redacción del periódico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.


Se cuenta que todo sucedió a finales del siglo XX en una bonita villa cercana a un gran río. Esa bonita villa llamase La Rinconada y ese gran río, Guadalquivir. Por aquellos tiempos existía en la Villa un Gran Consejo regentado por un tal Abad y once más que conformaban el grupo gobernante. Formaban también otros consejeros que aspirabanse a ganar el gobierno del Gran Consejo y que por aquellas fechas tenían que soportar estoicamente la prepotencia y rodillo del que hacían gala el soberbio Abad y los suyos.

Destacaban cuatro consejeros comandados por un tal Prior, que siempre entendieron que la labor encomendada por la ciudadanía era la de llevar al Gran Consejo iniciativas y proyectos que incidiesen en el bienestar de los pobladores de la Villa y dejar al lado el rifirrafe de la confrontación; eso que posteriormente vino a llamarse, ya metidos en el siglo XXI, oposición leal y constructiva por un tal Zapatero.

En esa lid, cierto día ya antaño, reuniese el Gran Consejo para deliberar cuestiones relativas a la Villa. Ese pequeño grupo, el que suscribe este relato, al cual pertenecía. Propusiese al Gran Consejo que hiciesese un bonito, amplio y confortable vergel a orillas del río para gozo y disfrute de los pobladores de la Villa y alrededores…

Carcajadas oyéronse en el bando de Abad y los suyos, argumentando que ellos eran la mayoría y que tenían la noble responsabilidad de regir los destinos de la Villa para tener que apoyar vanidades de la otra parte del Consejo.

Pero pasaron dos años y el regente Abad convocase a sus once fieles consejeros. Y también, dícese a la legión de abadistas que pululaban por su corte, para anunciarles su última y brillante idea: hiciesese un bonito, amplio y confortable vergel a orillas del río para gozo y disfrute de los pobladores de la Villa y alrededores.

Decretase, entonces, pregonar a los cuatro vientos la buena nueva en su noticiero particular, léase Toma Nota. Mandasese a los suyos pregoneros el encomiable esfuerzo de difundir por todos los corrillos de la Villa la brillante idea del Gran Villano.

Pusiese todo del peso de su amplia y sofisticada maquinaria propagandística para hacer olvidar cualquier vestigio de verdad ocurrido antaño en el Gran Consejo. También se cuenta que, un cierto día, el regente Abad soñó que tan dichosa hazaña tenía que inmortalizarla de alguna forma; desechose la opción de la placa, pues la Villa estaba sembrada por doquier que una más entre tantas pudiese pasar desapercibida y que semejante usurpación merecía mayor honor.

Entonces, osase que desde aquel momento la villa había de cambiar su histórico nombre y que había de llamarse La Rinconada del Río.

ANTONIO DURÁN

NOTA: Los comentarios publicados en el Buzón del Lector no representan la opinión de La Rinconada Digital. En ese sentido, este periódico no hace necesariamente suyas las denuncias, quejas o sugerencias recogidas en este espacio y que han sido enviadas por sus lectores.


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